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Cala Macarelleta. Menorca

La costa sur de la isla balear reúne calas de arenas blancas abrazadas por pinos que se asoman al agua desde las rocas. Cala Macarella y su hermana pequeña, Macarelleta, son un excelente ejemplo de este paisaje mediterráneo. Se encuentran a 14 kilómetros de Ciutadella, siguiendo una carretera flanqueada por muros de piedra seca que, después de serpentear entre campos sin cultivar, desciende por un torrente hasta casi alcanzar la arena. Para disfrutar a fondo de un día en estas playas es indispensable llevar gafas y tubo de buceo.

Playa Stiniva. Croacia

Escondida entre formaciones de roca calcárea que la vuelven casi invisible desde el mar, esta playa de piedras blancas se cuenta entre las más atractivas de la Costa Dálmata croata. Se localiza en la isla de Vis, unida por dos horas de barco con Split, la ciudad que creció sobre el palacio del emperador romano Diocleciano. Monumento Natural protegido desde 1967, la cala de Stiniva solo es accesible en barca a través de un estrecho paso, o bien a pie por un empinado sendero que desciende hasta su laguna de aguas claras.

Palombaggia. Córcega (Francia)

El extremo sur de la alargada isla de Córcega reúne playas que, como la de Palombaggia, ejemplifican el Mediterráneo más puro. Bajo la sombra de los pinos se descubren los juegos de luz que el sol crea sobre las rocas y la espuma de las olas. La cala se encuentra dentro del término de Porto Vecchio, una antigua población marinera ahora dedicada al turismo y con un puerto muy animado. Otro aliciente de Palombaggia es su proximidad a las islas Cerbicale, una reserva natural habitada por multitud de aves marinas.

El Nido. Filipinas

La isla de Palawan, entre el mar de China y el mar de Sulu, tiene en El Nido un paisaje espectacular: un ojo de agua rodeado por un circo de acantilados tapizados de selva hasta la misma orilla. Desde las solitarias playas de esta área protegida del oeste de Filipinas, se ve cómo el cielo límpido cambia el color del agua a lo largo del día, sacando destellos de un fondo marino rico en vegetación y fauna. Tal biodiversidad ha convertido este enclave en un destino ideal para ver coral, tortugas marinas y aves del Sudeste Asiático.

Matemwe Beach. Zanzíbar (Tanzania)

Una larga línea de palmeras sombreando la arena blanca es la imagen característica de Matemwe Beach, en el nordeste de Zanzíbar. La proximidad de la costa africana ha convertido la isla –y esta playa en concreto– en el destino de quienes buscan relajarse tras un safari por los parques de Tanzania o después de subir al monte Kilimanjaro (5.895 m), el techo del continente. Matemwe es un excelente enclave para bucear entre corales y navegar a bordo de un dhow, la embarcación de vela típica de la costa suajili.

Bora Bora. Tahití y sus Islas

Ancladas en medio del océano, Tahití y sus Islas (territorio francés) guardan paraísos que han seducido a navegantes, exploradores y artistas de distintas épocas. El atolón de Bora Bora es uno de ellos. Su laguna de aguas turquesas refleja la silueta del monte Otemanu, un volcán extinto que se eleva sobre un litoral de arenas blancas y cocoteros. Esta imagen idílica se repite unos kilómetros al este en el atolón Aitutaki de las Islas Cook, donde los hombres de la Bounty casi tocaron su sueño en 1789.

La playa de Legzira se extiende a lo largo de 8 km de litoral rocoso y abrupto, batido incansablemente por el viento y expuesta a pronunciadas mareas. A los dos colosales arcos sólo se puede acceder durante la marea baja, pero vale la pena esperar hasta que el agua descienda para poder pasear por un lugar único.

La playa de Legzira en Marruecos

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